Injusta justicia.

Un conocido de mi familia se acaba de convertir en un futuro maltratador y asesino. Suena horrible, pero es cierto; y lo peor de todo es que el móvil se lo acaba de dar el Ministerio de Justicia.

Por poner en precedentes: Ricardo y Gemma (obviamente, los nombres en esta historia son más falsos que un euro de madera) se conocen desde el instituto y desde siempre se han gustado. Hace unos 5 años empiezan a salir «oficialmente», y todos los que los conocemos nos alegramos por ello… Hacen buena pareja, son jóvenes, tienen salud, dinero, y amor. Con menos de 25 años, tienen grandes planes de futuro: un coche, un piso en común… y en poco tiempo, tener hijos. Y en un par de años, sus anhelos comienzan a cumplirse, y se van a vivir juntos a su propia casa.

Pero no todo es bueno… Gemma, que trabaja en una inmobiliaria, pierde el trabajo. Ricardo sigue trabajando por los dos para mantener la casa y poder casarse en poco tiempo.  Deciden la fecha para casarse, y se permiten darse el capricho de un viaje al Caribe antes. Y las vacaciones les traen una bendición: ella se ha quedado embarazada. Con la ilusión que un bebé conlleva, adelantan la boda y se casan mientras ella está aún de seis meses.

Y finalmente ella tiene el niño: un precioso niño… de piel muy morena y pelo muy rizado. Y aunque sus padres no son el prototipo «alemán» con piel lechosa y ojos azules, es evidente que el padre de la criatura no es Ricardo. Ella le ha engañado, seguramente durante sus «vacaciones en pareja»,  y él, obviamente enfadado,  pide una prueba de paternidad, y decide separarse inmediatamente de ella, por lo menos hasta que la situación se esclarezca un poco.

Comienza entonces una obsesión por parte de Gemma y de su familia para que Ricardo reconozca al retoño. Visitas al trabajo, llamadas por teléfono y notas en la puerta de casa de sus padres… Él ignora todas esas cosas, incluso deja que ella se quede con el piso, con tal de que le dejen en paz… y es que en el pueblo ya se habla del «ridículo y cornudo» de Ricardo. Pero las cosas llegan más allá: finalmente, la prueba de paternidad revela que el niño  (evidentemente) no es de él, por lo que pide el divorcio.

Gemma recurre a la justicia, para que reconozcan los derechos de su hijo, y en menos de 2 meses, se dicta sentencia. El juez, pese a reconocer que Ricardo no es el padre biológico de la criatura, condena a que él pague una pensión alimenticia de 150 euros mensuales al niño, otros 150 euros de pensión compensatoria a la madre, y además otorga el uso y disfrute del piso a Gemma y a su hijo. A él le deja la opción de ponerle o no el apellido, y a no tener que declararlo como heredero, pero argumenta que las pensiones se imponen debido a que ella dependía económicamente de él.

Todo esto es lo que me ha contado Ricardo mientras nos tomabamos un café hace un par de días. Ha tenido que volver a casa de sus padres y ahora, a parte de seguir pagando el piso que ya no utiliza, tiene 300 euros menos con los que vivir. Con amargura me decía que a lo mejor le sale más a cuenta no pagar nada, declararse insolvente y pasarse unos meses en la carcel, donde por lo menos no tendrá que pagarle las pensiones.

Es cierto que sólo conozco el punto de vista de él, y que seguro que ella tiene sus argumentos para pedir esas pensiones, y el juez también los tendrá para concederlas, pero esta es una de esas historias que dejan un sabor amargo en el paladar. El sabor que, según los expertos, es sinónimo de injusticia.

Published in: on 15 abril 2009 at 20:07  Comments (2)  
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2 comentariosDeja un comentario

  1. Joer… Yo creo que de matar a alguien, mataría al juez ¡Qué huevazos hay que tener para sentenciar eso!

    Y también hay que tener caradura para pedir pensión después de los resultados de la prueba de paternidad…

    Qué fuerte. 8-o

  2. No niego que ella no debio pedir la pension de paternidad a sabiendas que no es el padre, pero el juez… es que no me termino de creer la historia…


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